Y vimos tiburones y sirenas y todas esas cosas |
Por supuesto que sin tiros ni nada parecido |
Aparcamiento y jardines cercanos con una vista de una fortaleza |
La excursión nos llevó primero a la zona de aparcamiento cercana al museo de Dubai, lo cual ya fue una experiencia, porque encontrar aparcamiento en Dubai es como encontrar el Santo Grial. Con una explanada enorme y una recreación de lo que podría haber sido Dubai hace 70 años. La visión de aquella zona abierta y la fortaleza restaurada era evocadora y te hacía pensar en las épocas en las que los británicos andaban por aquí repartiendo estopa de la buena y aliándose con los clanes locales para gobernar este enclave.
Hay que caminar un poco hasta llegar a la zona cercana al puerto, donde por una miseria como un dirham cada uno se puede cruzar a la parte más antigua, y sólo el paseillo en las barcas choconas, porque si con los coches lo hacen mal, con esto es peor que no tienen ni frenos, pero volvemos al tema del puerto y el zoco que está al lado de él.Calle del otro Dubai |
Uno de los muchos edificios del otro Dubai |
Vista de las barcas choconas |
Seguimos por esta margen de la bahía, paseamos por un zoco donde los amables vendedores se empeñaban en hacernos pasar a sus tiendas de telas, de especia o de lo que fuera, al grito de "Italiano" "Español" "Sir" "Ma,am" o cualquier cosa que se les ocurra y casi tirando de nosotros hacia dentro, en esta ocasión no compramos nada, entre otras cosas porque también estábamos pendiente de pagar el piso y de ahorrar algo para amueblarlo, pero había algunas cosillas que en breve adornarán nuestra casa.
Las famosas babuchas y las postales son un fijo en cualquier país de corte árabe y los Emiratos no iban a ser menos, el colorido y el olorcete a cuero de estas babuchas es el tradicional y me recuerda mucho a unas que nos trajo mi madre de Tunez y que nunca me llegué a poner y creo que acabaron pudriéndose, pero no lo recuerdo bien
Después y ya montados en las barcas choconas nos fuimos hacia la otra orilla, hacia el mercado de las especias y el mercado del oro, el trayecto por agua vimos con lo que mueven las mercancías de lado a lado, y digo con lo que mueven porque son barcos que dan miedo, y pensar en ellos totalmente cargados es cuando menos atroz, pero aquí están con sus colorines, con sus metales oxidados y con sus tripulaciones salidas de una novela de Emilio Salgari.
Y de momento, y cambiando de orilla, vamos dejando este pequeño-gran reportaje, hasta que tenga la inspiración de continuar por el otro lado, pero no se vayan todavía que aún habrá más.
شـــكــــراً